Ayer estuve en la evaluación médica de la cual saldrá el informe con el que se decidirá si soy «merecedor» de percibir una prestación por incapacidad permanente, o no. Y si lo soy, en qué grado se me reconoce esta incapacidad.
Para los que visitáis este sitio desde fuera de España, un pequeño apunte.
En España se reconocen diferentes grados de incapacidad: (sacado de la web del ministerio de Empleo y Seguridad Social)
- Incapacidad permanente parcial para la profesión habitual:
Aquella que, sin alcanzar el grado de total, ocasiona al trabajador una disminución no inferior al 33% en su rendimiento normal para dicha profesión, sin impedirle la realización de las tareas fundamentales de la misma.
- Incapacidad permanente total para la profesión habitual:
La que inhabilita al trabajador para la realización de todas o de las fundamentales tareas de dicha profesión, siempre que pueda dedicarse a otra distinta.
- Incapacidad permanente absoluta para todo trabajo:
La que inhabilita por completo al trabajador para toda profesión u oficio.
- Gran invalidez:
La situación del trabajador afecto de incapacidad permanente y que, por consecuencia de pérdidas anatómicas o funcionales, necesite la asistencia de otra persona para los actos más esenciales de la vida, tales como vestirse, desplazarse, comer o análogos.
En función de la incapacidad, se obtienen prestaciones económicas mayores o menores.
Para acceder a la concesión de alguno de estos grados, se debe solicitar la revisión por médicos del Ministerio. Tras la tramitación de esta petición, conceden día y hora para realizar la evaluación. A esta evaluación se pueden llevar los informes médicos más recientes que sean relevantes para apoyar la solicitud.
Esta evaluación es lo que yo realicé ayer. En principio, de esta visita, sale el informe con el que se delibera mi situación y se da la resolución de un grado u otro de incapacidad.
¿Y por qué digo lo de extraña?
Yo entré, acompañado de mi padre en esta ocasión.
La doctora me dijo que le contase la evolución de mi enfermedad.
Lo hice con un hiperresumen de todo.
Me dijo que si para levantarme de la silla necesitaba ayuda.
Le dije que la mayoría de las veces, si.
Me dijo que si necesitaba ayuda para vestirme, levantarme, etc…
Desde enero de 2013 la mayoría de los días necesito ayuda con alguna o con todas estas tareas.
Me preguntó la medicación que estoy tomando actualmente.
Se la dije.
Se levantó, y me tocó las rodillas. Me dijo que le apretase la mano, con mi mano izquierda, cosa que no podía hacer ya que la tenía cerrada y bastante torpe.
Me cogió la mano derecha y me dijo que le apretase. Aquí no hubo problema.
Y eso fue todo.
No me hizo levantar de la silla. No me hizo intentar caminar, levantar brazos o piernas. No me hizo tumbar en camilla y ver el grado de espasticidad, la sensibilidad en piernas o manos…Nada.
La resolución me llegará vía correo ordinario.
Ignoro si al presentar los informes del neurólogo y del médico de familia actualizados, ya tenía suficiente.
Solo sé que si del informe que emita esta doctora, depende algo tan trascendental como si voy a poder cobrar una jubilación el resto de mi vida, y ver si me permite vivir decentemente o no y debemos reestructurar la familia completamente, planificando, analizando, recortando, … no me parece muy exhaustiva la evaluación precisamente.
Evidentemente si la resolución no me parece acertada, recurriré, ya que considero que con la evaluación realizada es imposible discernir nada a cerca de mi estado actual.
Teniendo en cuenta otras consideraciones.
¿Y si yo fuese un caradura con amiguetes en un hospital que me han realizado informes para ver si así evito trabajar el resto de mi vida?
¿Cómo se podría detectar esto con una evaluación tan…superficial?
Es cierto que a mí me parece más que evidente que yo estoy como estoy… pero yo fui preparado para una evaluación exhaustiva de mi estado general y tuve una conversación de escasos 10 minutos y un toqueteo superficial.
Cuando menos sorprendente.
Ya veremos en qué queda todo esto.
De momento, una cosa menos en la que pensar.